Para mediados del siglo XIX la Hermandad contaba con un estandarte que, para esa fecha, debía estar en no muy buenas condiciones pues en junta general celebrada en febrero de 1887 decidieron encargar uno nuevo. Para afrontar su financiación recurrieron a los repartos extraordinarios. Se realizaron cuatro repartos, de 10 reales el primero, el segundo de 25, el tercero de 24 y el cuarto de 22. En junio de ese mismo se acordó «suspender la cobranza de los repartos mensuales y hacer uno sólo en el tiempo oportuno, de la cantidad suficiente a reunir lo que faltara para el pago del estandarte, evitando así los gastos de cobranza de los referidos repartos mensuales». El reparto definitivo se aprobó en junta general celebrada el 8 de agosto de 1887, decidiendo entonces efectuar un único pago de 100 reales «para completar la cantidad del importe de estandarte», descontando las aportaciones ya realizadas. Además a esta adquisición contribuyó también el concejo, así como varios devotos que con sus donativos hicieron posible esta importante compra, superior a los seis mil reales. La Hermandad que había quedado satisfecha con el trabajo realizado en el manto de la Virgen por la empresa catalana «Cayetano Ros e Hijos» le encargó la confección de un nuevo estandarte. En enero de 1887 esta casa comercial remitió un presupuesto sobre el que se efectuó el encargo. Esta impresionante pieza se estrenó en la Semana Santa de 1888. La belleza de sus formas, la calidad del material que lo compone y la adecuada combinación del dorado de los bordados con el negro de la tela, hacen de él un objeto de profunda calidad estética y artística. El estandarte, se ha convertido en un símbolo de la Semana Santa de Totana, pues recoge ese sentir de dedicación y entrega que nuestros mayores tuvieron a los desfiles pasionales. Consciente la Hermandad de la importancia de su conservación confió su restauración en el año 2002 a la bordadora de Cartagena, doña Maribel Pan Guillén. El trabajo ha servido para devolver este emblemático estandarte al esplendor con que lo conocieron y disfrutaron nuestros antepasados a finales del siglo XIX.
En 1892 con fondos propios y donaciones que aportaron varios hermanos se confeccionó un pendón con el que iniciaba la Hermandad su desfile procesional. Para ello se adquirió «tisú de oro fino» en Valencia, como también cintas cordones y borlas «todo de oro fino, cruz de metal dorado a fuego, asta y porta banderas».
Para la adquisición de objetos de especial valor se recurría a la aportación extraordinaria de los hermanos. Así ocurrió en 1880 cuando comenzaron su colaboraron, a través de cinco repartos extraordinarios por importe de 20 reales cada uno, para cubrir los gastos de la adquisición del manto de la Virgen de los Dolores, además de diversos donativos de devotos y hermanos. Todo ello permitió llevar a cabo este importante logro. El manto, con el que procesiona la imagen titular en los desfiles de Semana Santa, fue confeccionado en Barcelona por la casa comercial «Bordados y Ornamentos de Iglesia. Cayetano Ros e Hijos», por un importe de 13069 reales. Fue confeccionado en «terciopelo negro bordado de oro fino superior al realce, guarnecido de encajes de oro y forrado de seda». En 1917 se encargaron a don Anastasio Martínez dos ángeles para colocarlos en la parte trasera del trono «en actitud de llevar la cola del manto de la Santísima Virgen».
Siguiendo la línea de construcción de tronos que caracterizó a las cofradías y hermandades de Totana en la que han participado los artesanos locales, encontramos la decisión en 1866 de la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores de construir unas nuevas andas de cuatro varas con las que procesionar a su titular. Este trono llevaba en cada una de sus caras los símbolos de la Pasión. Los ángeles que lo adornaban portaban cintas a fin de expresar de un modo patente el dolor de la Madre Dolorosa.
En 1911 la Hermandad estrenó un nuevo trono que había sido construido por el tallista-decorador de Murcia don Anastasio Martínez. Para conocer la idea y el proyecto que la Hermandad tenía respecto a este encargo, el escultor viajó hasta Totana en donde conoció de primera mano esta propuesta de construcción. Un tiempo después don Anastasio Martínez remitió un modelo en barro que sirvió de referente a la Hermandad y sobre el que se tomó la decisión final. El trono se doró en oro fino, como también parte de los brazos del alumbrado. Al siguiente año se realizaron actuaciones para colocar unas nubes sobre las que descansaban unos ángeles «darles más saliente y como consecuencia separar de la imagen los brazos de luces para que se puedan encender todas sin peligro del manto». Para esta adaptación se mandaron los ángeles a Murcia para «amoldarlos a las nubes». En 1912 se transformó el trono en carroza. Sobre él se siguieron realizando actuaciones en los años siguientes a fin de mejorar y completar su estructura y decoración, pues en 1916 don Anastasio Martínez talló varios adornos dorados para la carroza por importe de 125 pesetas. De nuevo en 1918 se actuó sobre ella, colocando, en este caso, 4 grupos de iluminación en sus ángulos, trabajo que fue igualmente ejecutado por don Anastasio Martínez. Para la financiación de todas estas intervenciones se recurrió, tal y como era costumbre en la Hermandad, a las aportaciones extraordinarias de los hermanos.
Este trono fue destruido en 1936. Al concluir la contienda la imagen procesionó en 1939 en la carroza del Corazón de Jesús, los siguientes años hasta que las posibilidades económicas permitieron la construcción de una nueva, utilizó la de san Ildefonso, que se había salvado de la destrucción. En 1943, siendo presidente el juez don Julián Cánovas se encargó la carroza actual en los talleres Pujante. Sobre ella se ha intervenido en sucesivas ocasiones para procurar su restauración y adecuada conservación. En la actualidad la Hermandad tiene en proyecto la construcción de un nuevo trono.